Un futuro tan verde que no nos deja ver otros colores, porque no todo en la vida es verde, ni nuestro planeta monocromático.
Un futuro tan verde se nos presenta envuelto y redactado en una agenda. Me cuenta el amigo Luis Peique que todavía recuerda cuando el comercial de los productos llegó a Valtuille y reunió a todos sus agricultores para presentarles un nuevo elixir mágico: el herbicida. El mensaje era claro: los sufridos labradores podrían aparcar sus animales con los que removían sus leiros y, aplicando en una mañana semejante pócima milagrosa, sus viñas viejas se desprenderían de la competencia con otras malas hierbas, alcanzando un gran desarrollo vegetativo que les permitiría vendimiar muchos más kilos por planta. Prácticamente todos los feligreses se sumaron a esta revuelta. Lo que no sabían es que este descubrimiento formaba parte de la llamada revolución verde.
La Revolución Verde fue un conjunto de iniciativas e innovaciones tecnológicas implementadas en el ámbito agrícola en las décadas de 1940 a 1970, cuyo objetivo principal era aumentar la producción de alimentos para combatir el hambre y la pobreza. Estos cambios fueron impulsados principalmente por el agrónomo estadounidense Norman Borlaug.
Los principales elementos de la Revolución Verde incluyeron:
- Variedades de cultivos mejoradas: Se introdujeron nuevas variedades de cereales, como el trigo y el arroz, que eran más resistentes a enfermedades, maduraban más rápido y producían más toneladas por hectárea.
- Uso intensivo de fertilizantes y pesticidas: Para maximizar el rendimiento de las nuevas variedades, se promovió el uso de fertilizantes químicos y pesticidas.
- Riego y maquinaria agrícola: Se mejoraron los sistemas de riego, también se promovió el uso de maquinaria agrícola, como tractores y cosechadoras, para aumentar la eficiencia.
- Monocultivos y agricultura intensiva: Los agricultores comenzaron a especializarse en el cultivo de ciertos especies en grandes extensiones de tierra.
Una revolución no tan verde
Un futuro tan verde que ahora el tiempo nos ha enseñado que no era tanto. A lo largo de los años han surgido importantes críticas:
- Desigualdad: Los beneficios de la Revolución Verde a menudo favorecieron a grandes terratenientes y agricultores ricos que podían permitirse los costos de semillas mejoradas, fertilizantes y maquinaria, mientras que los pequeños agricultores a menudo quedaron rezagados.
- Impacto ambiental: El uso intensivo de productos químicos y el enfoque en monocultivos causaron daños ambientales, como la degradación del suelo, contaminación del agua y la pérdida de biodiversidad.
En resumen, la Revolución Verde tuvo un gran impacto en la agricultura global, ayudando a aumentar la producción de alimentos, pero también dejó desafíos económicos y ecológicos que continúan siendo discutidos hoy en día.
En nuestro viñedo berciano, sin duda sirvió como herramienta que ayudó a su preservación, pero también provocó efectos secundarios tremendamente negativos como:
- Degradación de los suelos y pérdida de biodiversidad.
- Dependencia de fertilizantes y pesticidas químicos.
- Proliferación de plagas y enfermedades.
- Pérdida de comunicación entre planta y suelo.
- Vinos homogéneos y sin esencia Bierzo.
El viñedo berciano se diseñó y dibujó a lo largo de los siglos, pero fue tras la invasión y devastación por la filoxera, y con los mimbres de una tradición y cultura heredada, cuando se configuró como realidad paisajística, social y económica a principios del siglo XX. En aquellos años todavía no se habían descubierto los herbicidas.
La historia del herbicida
El nacimiento del herbicida fue el resultado de las investigaciones realizadas tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial sobre la posible utilización de estos en la guerra. El primer gran avance fue el descubrimiento del ácido 2,4-diclorofenoxiacético (2,4-D) en 1941 por un equipo de investigadores británicos y estadounidenses. Este compuesto químico resultó ser eficaz para matar malezas de hoja ancha sin dañar los cultivos de cereales, como el trigo y el maíz. Cuando el 2,4-D se comercializó en 1946, provocó una revolución mundial en la producción agrícola y se convirtió en el primer herbicida selectivo de éxito.
En 1970, John E. Franz, un químico que trabajaba para la compañía Monsanto, descubrió el glifosato, el herbicida más ampliamente utilizado en la actualidad. El glifosato, comercializado bajo la marca Roundup, es un herbicida sistémico no selectivo, lo que significa que mata casi todas las plantas que toca, lo que lo convierte en una herramienta poderosa para la agricultura.
La historia del herbicida refleja tanto el ingenio humano en la mejora de la productividad agrícola como las complejidades y desafíos éticos y ecológicos asociados con el uso de productos químicos en el medio ambiente. Aunque los herbicidas han permitido avances significativos en la agricultura, también han planteado importantes interrogantes sobre la salud, la sostenibilidad y el equilibrio ecológico. En 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó el glifosato como «probablemente cancerígeno para los humanos«
Vuelta la burra al trigo
Indudablemente la historia se repite. Esta evolución sufrida tras la revolución verde ahora nos recuerda a la tan renombrada Agenda 2030. La Agenda 2030 se trata de una iniciativa adoptada por la ONU en 2015, que tiene como meta erradicar la pobreza, proteger el planeta y garantizar la paz y la prosperidad para todas las personas. Incluye los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que abordan aspectos como la igualdad y el cambio climático. Sin duda, en la redacción de esta, encontramos ciertos elementos comunes con los de postulados de la caducada revolución verde.
En estos momentos ya no nos proponen el uso de herbicidas, pesticidas y fertilizantes, y nos hablan de métodos sostenibles e inclusivos para el desarrollo global. Nos prometen un futuro tan verde.
Pero la realidad es bien distinta. Comprobamos que la tan mencionada Agenda promueve, en realidad, la expansión de negocios impulsados por poderosos lobbies energéticos: proyectos de generación de energía mediante la quema de biomasa (nuestros bosques), el coche eléctrico, parques fotovoltaicos y parques eólicos que reemplazan a los parques naturales. En resumen, una vasta apropiación de los recursos naturales para el beneficio y lucro de unos pocos, bajo el paraguas de innumerables proyectos «verdes». Los modernos y lucrativos monocultivos que nos llevarán a un futuro tan verde…