Nuestras amadas plantas centenarias de mencía se sitúan entre dos mundos: aéreo y subterráneo. Nos centramos ahora en el complejo universo que conforman suelo, raíces y hongos.
Bajo la superficie terrestre se despliega una vida bulliciosa y activa, protagonizada por topos, insectos, lombrices y billones de microorganismos que coexisten en el subsuelo. Para dimensionar esta asombrosa biodiversidad, basta considerar que una pequeña cucharada de suelo fértil alberga un billón de bacterias. En sintonía con la naturaleza, cada organismo subterráneo desempeña un papel crucial en las relaciones con otros seres, en el desarrollo de las plantas y en el equilibrio del ecosistema. Para ilustrar esta compleja red de interacciones, utilizamos la «Red Trófica del Suelo».
Suelos Sanos
Una asombrosa biodiversidad e interacción de los organismos que prosperan bajo la superficie terrestre y que guardan una conexión intrínseca con la fertilidad y el bienestar del suelo que habitan. El conocimiento profundo de la Red Trófica del Suelo se presenta como una valiosa herramienta, permitiéndonos comprender mejor las complejas relaciones entre estos organismos.
En la compleja trama de la Red Trófica del Suelo, las plantas asumen un papel central y esencial, sirviendo como el corazón del ecosistema subterráneo al que proporcionan energía y nutrientes. En un intercambio vital, los microorganismos que coexisten en armonía con las plantas desempeñan funciones cruciales:
- Proveen nutrientes.
- Ofrecen protección contra enfermedades y plagas.
- Contribuyen a mantener la estructura necesaria para facilitar la aireación y retención de agua.
Actividad Subterránea y su asombrosa biodiversidad
Cuando exploramos la actividad subterránea nos encontramos con que, aunque solemos visualizar el crecimiento de las plantas sobre la superficie del suelo, el desarrollo de las raíces debajo de la misma es igualmente significativo e intenso. Durante el proceso de fotosíntesis, una parte considerable de la energía generada por las plantas se dirige hacia las raíces, que se extienden en busca de agua y nutrientes. En este proceso, las plantas desempeñan un papel activo en la creación y liberación de nutrientes en el área del suelo conocida como la rizosfera.
Estos exudados cumplen una función estratégica al atraer a microorganismos beneficiosos, como bacterias y hongos, que se alimentan de ellos. A su vez, estas bacterias y hongos atraen a sus depredadores naturales, como nematodos y protozoarios. Esta compleja red de interacciones hace que las bacterias y los hongos actúen como auténticas bolsas de fertilizantes. Liberan el nitrógeno esencial para el desarrollo de las plantas cuando son consumidos por los liberadores de fertilizante, como nematodos y protozoarios.
El milagro de la lombriz
En el estrato superior de la cadena alimentaria subterránea, los artrópodos y otros organismos como lombrices, larvas de insectos, despliegan su actividad al cavar a través del suelo, creando espacios y pasajes esenciales para que el aire y el agua alcancen las raíces de las plantas. En este proceso, cortan materiales a su paso, desempeñando un papel crucial al acelerar la descomposición que transforma los fragmentos de materia orgánica en valiosos nutrientes. La Red Trófica del Suelo opera de esta manera, con los organismos más pequeños sirviendo como alimento para los siguientes en tamaño y nivel.
Un aspecto fascinante de este proceso es que, mediante los exudados, las plantas ejercen un control directo sobre la cantidad de hongos y bacterias presentes en el entorno de sus raíces. Durante períodos de crecimiento vegetativo intenso, las plantas segregan más exudados en función de sus necesidades nutricionales. La ausencia de nutrientes liberados en el medio ambiente se traduce en que quedan almacenados en los cuerpos de los microorganismos y la materia orgánica circundante. Los nutrientes no se pierden, permaneciendo disponibles para las plantas en el momento en que estas los requieran. Este proceso asegura una gestión eficiente y sostenible de los recursos nutritivos en el entorno del suelo.
Sistema colaborativo
Nos encontramos con un sistema de raíces que interaccionan entre sí y que se relacionan con los hongos simbióticos. Estos hongos se relacionan así mismo con las raíces colonizándolas. Esta red de hongos forman unos filamentos que absorben los minerales del suelo y se los aportan a las raíces como alimento. Las plantas, agradecidas, les proporcionan azúcares procedentes de su función fotosintética. Es pues una colaboración que debemos potenciar que denominamos simbiosis microrrízica.
Los filamentos de los hongos penetran en las microrrizas y las raíces constituyendo un supraorganismo que provoca enormes interacciones subterráneas. La propia microrriza cuenta con una red de bacterias muy complicada que conecta todas las plantas de un ecosistema. Una red miceliar subterránea que intercambia nutrientes, información y estrategias de cooperación.
El viñedo como un entorno natural
Ahora comprendemos porqué hemos heredado un viñedo viejo lleno de una asombrosa biodiversidad. Vides conviven con frutales, mantos vegetales y un elevado número de especies herbáceas. Un patrimonio que la agricultura convencional y productiva aniquila de manera sistemática, en aras a la mecanización y modernización de cultivos. Las plantas no compiten, se asocian. Con mayor diversidad de plantas, éstas se adaptan mejor a los cambios del entorno.