El pequeño viticultor de minifundio se está convirtiendo en una especie en vías de extinción. Nos gustaría saber el interés que tiene la administración en aniquilar a esta esforzada figura que se ha encargado de mantener y conservar en Bierzo un viñedo viejo admirado en medio mundo.
Crónica de una muerte anunciada para la agricultura del cariño. La agricultura que ha servido para dibujar un paisaje ahora admirado en el mundo entero. Durante generaciones, las familias de nuestro amado Bierzo se han encargado de mantener y preservar el viñedo viejo que heredaron de sus antepasados.
La pasión y el cariño por las viñas que han sido el paisaje de cientos de vivencias han servido de motor para que las gentes bercianas se hayan empeñado en trabajar las ‘cuatro gavias’ del abuelo o los ‘cinco cuartales’ de la bisabuela. Porque en ellas crecimos en sucesivas vendimias. De ellas obteníamos el vino que regaba nuestras reuniones. Con ellas consiguieron pagar los abuelos una finca en Ponferrada.
Este es un bello viñedo centenario plagado de biodiversidad, en ocasiones con frutales y otras plantas, y en todos los casos con una enorme selección genética masal que es la base que nos hace únicos y diferentes desde el punto vitivinícola.
Ahora sólo importa el papel
Pero ahora sólo importa el papel, nos han convertido en números, meras figuritas decorativas en un paisaje homogéneo, aburrido y clonal, en ocasiones nauseabundo. Cuando en medio mundo nos tienen envidia y admiran la cantidad y diversidad de viñas viejas que adornan nuestros valles; desde las altas instancias y grandes lobbies proponen soluciones otrora eficaces como concentración parcelaria, reducción de costes, eliminación de mano de obra y la tecnificación del cultivo. En definitiva, más números que provocarán la progresiva pérdida de patrimonio vitivinícola.
Los vinos serán más internacionales, eso sí, y se verán en los lineales de grandes superficies, escucharemos sus marcas en programas deportivos, y resultarán más accesibles a todos los públicos. Pero sin duda perderán nuestra identidad, dejarán de transmitir los sentimientos que ahora hacen que nos parezcas únicos, nuestros. Nos están robando nuestra identidad.
Para los que tanto adoran los números, estos son datos
Y éstas nos son palabras llenas de nostalgia, son realidades y números constatados. A principios de siglo XXI, era normal que las cosechas de uva adscrita a la DO Bierzo superara los 20 millones de kilos. En los últimos años, apenas alcanzamos los diez.
Nos hablan de sequía, de heladas, de cambio climático… ¡mentira! Son todas excusas. La verdadera causa es el abandono. El abandono de nuestros valores. El desconocimiento y desprecio por nuestro potencial. La falta de respeto por la tradición, el esfuerzo y la cultura que nos han dejado nuestros mayores.
Mientras nuestros dirigentes se regodean con amplios planes de modernización, nuevas figuras de calidad, expansión en mercados internacionales y de promoción exterior. Un sinfín de palabrería heredada de nuestra clase política que constituye un conjunto ininteligible de vacío e ignorancia que provoco ansiedad, vértigo y frustración al común de los mortales.
Palabras como viñedo viejo, Bierzo, resiliencia, paisaje y calidad se han usado y desgastado hasta tal punto que han quedado totalmente vacías, como un maniquí que adorna el escarpado escaparate de nuestro paisaje berciano. Aunque no sabemos por cuánto tiempo puesto que su principal valedor se encuentra en vías de extinción.