Después de la tempestad y el rally de vendimia afrontamos un nuevo ciclo confundidos por un entorno cambiante y desorientado.
La Vendimia. Una época del año excitante y llena de emociones. Surgen fermentaciones, maceraciones, bazuqueos, trasiegos, llenados de barricas: una explosión de vida inunda la bodega. El microbioma que hemos protegido y potenciado con nuestra agricultura orgánica pasa a ser el artífice de la mágica transformación del mosto en vino. El vino necesita que se respeten sus tiempos. Cuando creemos en una elaboración poco intervencionista, debemos tener paciencia.
Entra la estación otoñal y la climatología acompaña para la estabilización de nuestro preciado vino. Las temperaturas bajan y las viñas mantienen su actividad recopilando reservas. En este año, las lluvias han sido copiosas durante los meses de noviembre y diciembre. Después de las primeras heladas, la planta ha perdido su hoja y se prepara para su reposo invernal.
Aprovechamos este ligero descanso otoñal en el viñedo para en el ámbito comercial realizar algunas importantes presentaciones en el mercado. El periodo estival siempre es más relajado en las grandes ciudades. Los urbanitas aprovechan el calor para desplazarse a lugares más relajantes. Pero cuando llega el otoño, vuelven a sus urbes. La ciudad retoma su pulso y muestra su intensa actividad comercial y laboral.
Después de la Tempestad y la vorágine urbana.
Así de opuestos son los ritmos del mundo urbano y rural. Dos mundos paralelos que en ocasiones parecen querer unirse pero que generalmente se encuentran enfrentados. A algunos se les llena la boca de expresiones como España Vaciada. Pero las medidas propuestas por nuestros gerifaltes están totalmente alejadas de los ritmos naturales.
Desconocen y desprecian el medio rural, no escuchan sus necesidades ni valoran su importancia. Pero lo más despreciable es la ignorancia con la que afrontan su gestión. La sensibilidad ambiental se torna en el habitante urbano en una pose sensual alejada de un conocimiento e interés real.
Si hablamos de vinos, el consumidor metropolitano está siempre alerta a novedades, normalmente dotadas de una gran carga comercial y especulativa. Así no es extraño comprobar como las bodegas se ven obligadas a cambiar sus marcas, sus estilos de vino, sus etiquetas y presentaciones; todo ello como respuesta a la codicia del consumidor por inventar lo que ya está inventado.
Nos comenta un sumiller que el público ya le está demandando los vinos de la nueva añada, cuando apenas hace un par de meses que la uva estaba en la planta. Resultados e inmediatez. Vertiginoso avance, falso progreso que va alejando al ser humano del mundo natural. El hombre se vacía de valores y pierde el norte para después dar lecciones desde el púlpito en que se han convertido los medios de comunicación.
Vuelta al Mundo real.
Después de la tempestad, ya de vuelta a la viña, con el invierno a las puertas, lo que más nos reconforta es cubrirnos con prendas de abrigo, recuperar nuestra tijera, y volcarnos en las labores de poda. Las plantas nos acercan a los ritmos naturales. Ejercen sobre nosotros una especie de tratamiento espiritual que nos ayudan a comprender la realidad de la vida.
Esfuerzo, dedicación y entrega, pasión por el trabajo bien hecho, cadencia y tiempo necesario hacen que algunos vinos se conviertan en mágicos e indescriptibles. Observar, aprender, contar, escuchar, seguir observando, seguir aprendiendo… ¡¡cuántas enseñanzas hay en las viñas!!
La Poda es la labor más necesaria de todas las que nos proponemos dar a las viñas.
Lucio Junio Moderato Columela – Siglo I