Una ciudad en la que puedes encontrar un magnífico palacio imperial y a pocos metros de distancia una estrambótica construcción muy cercana al chabolismo. Berlín es una ciudad de contrastes. Es habitual encontrar cientos de bicicletas y monopatines repartidos por sus suelos conviviendo con potentes vehículos de las famosas factorías germanas.
Las barreras del muro comunista parecen no haber desaparecido después de 30 años de la caída del mismo. Las calles de la zona occidental se muestran bulliciosas, ordenadas y con una excitante actividad comercial, mientras que la zona más monumental dominada en el pasado por la Alemania oriental muestra una compleja amalgama de construcciones, pavimento defectuoso y vida callejera.
Muchos edificios están abandonados, pero también numerosas grúas jalonan nuestro paseo dibujando un nuevo Berlín. También es cierto que en esta zona se percibe la creciente necesidad de sus habitantes por crear un mundo mejor. El arte callejero se desmelena desordenadamente, pero en su conjunto todo parece mantener una coherencia.
Una sensación parecida hemos percibido en nuestra pasada presencia en RAW Wine. Hemos tenido la oportunidad de vivir la creciente presencia de vinos naturales en la capital alemana. El nivel de los vinos nos ha parecido de extraordinaria calidad y originalidad. Más de 150 elaboradores compartieron sus productos procedentes de todos los rincones del mundo. Es la nueva cara de la industria del vino que además parece que está sirviendo para atraer a nuevas generaciones.
Un reciente artículo de Alice Feiring en New York Times titulado Is Natural Wine Dead? nos invita a reflexionar sobre la definición de los vinos naturales y su posicionamiento en el mercado.
El movimiento de los vinos naturales surge como una corriente basada en la honestidad y simplicidad. Normalmente la elaboración de estos vinos conlleva una vuelta a la pureza, ¡que viva el vinilo!
Después de años.
Para todos los que llevamos años luchando en la elaboración de vinos con uvas procedentes de medios no contaminados, visitar una feria como RAW Wine es un momento de satisfacción.
Además no se trata de un hecho aislado, nosotros en 2006 ya comenzamos con la recuperación de viñedos abandonados y su integración en la agricultura orgánica, pero ahora cientos de jóvenes viticultores están empezando a recuperar viñedos en otras zonas, tratando así de revitalizarlas. Así mismo, este movimiento está dando que pensar a los elaboradores convencionales sobre la auténtica necesidad en el uso de aditivos, y muchos están reorganizando sus prácticas.
Pero como en otras materias de la vida, el movimiento del vino natural no está libre de la corrupción. El pasado sábado incluso llegué a conocer a un pianista corrupto. Corremos el riesgo de morir de éxito ya que venimos observando que un puñado de pianistas está tratando de aprovecharse de este momento de fama.
En el mundo del vino natural el riesgo es aún mayor ya que no existe una regulación legal, pero en todo caso la idea de una intervención gubernamental nos resulta detestable teniendo en cuenta el origen un tanto anárquico del movimiento.
Hasta la fecha los que abrazábamos el concepto de vino natural lo hacíamos por amor o idealismo, incluso nos llamaban dementes. La mayoría de los que ahora se acercan lo hacen con fines meramente económicos y cuando hablan de ideales lo hacen con una clara vocación comercial y de marketing.
Las dos caras del vino
Después de más de 10 años tratando de interpretar nuestros viñedos y acometer una elaboración respetuosa y coherente, en Demencia todavía estamos luchando por conseguir el auténtico equilibrio entre suelo y planta. Todo esto conlleva una larga adaptación de las plantas y un descenso en los rendimientos, pero también nos ofrece una mejor uva y un medio más equilibrado.
Nos sorprende observar cómo algunas voces advenedizas expresan que en apenas tres años logran conseguir nuestro ansiado equilibrio, recuperar viñedos abandonados y obtener cosechas notables. No queda menos que pensar: ¿son vinos naturales o pianistas corruptos?
Aprecio tan bella y acertada comparativa entre dos mundos aparentemente diferentes pero muy iguales en su fondo.
Encuentro igual de anodino recuperar una viña en tan solo tres años de forma orgánica como tocar el Ob-La-Di, Ob-La-Da en un Casiotone pt-82 siguiendo las lucecitas que te iban marcando la canción.
Es un placer seguir su blog, lo disfruto tanto como sus vinos. Un saludo y ¡Viva el vino!
Hay mucho que hacer dentro del mundo del vino natural y mucho por deshacerse también. Tengo pendiente la lectura del artículo de Feiring, pero vuestro retrato traído a pinceladas bien refleja el escenario con sus luces (y sombras berlinesas).