La Viticultura: un oficio en vías de extinción.
Llevamos unos meses recibiendo un eterno traqueteo de noticias que nos adoctrinan en el nuevo uso de la viña con fines paisajísticos, turísticos y medioambientales. Gentes de diferente rango y condición se acercan al medio rural para poner algo de luz a la tan traída y comentada España Vacía, o Vaciada, como prefieran.
También observamos el empeño de un gran número de bodegas en hacer de la viticultura su auténtico leitmotiv. Su discurso machaconamente redunda en argumentos basados en el viñedo y en su importancia para conseguir un vino de gran calidad.
Pero lo que más nos sorprende es escuchar cómo estos salvadores de la viña hablan con desprecio de las miles de personas que han configurado durante siglos un tejido económico como es la viticultura. Con más razón en el Bierzo podemos afirmar que nuestros mayores no lo han hecho tan mal, y sin ellos sería imposible que tuviéramos un viñedo singular e inimitable. Un viñedo que posiblemente nosotros no mantengamos con la misma pasión, cariño y entereza.
Normalmente en el Bierzo los viñedos han pasado de generación en generación, y si bien es cierto que la viticultura no era en muchos casos la actividad principal de estas familias, en algunas resultaba una actividad satisfactoria económica o personalmente.
Nuestra experiencia: una más.
Nosotros comenzando trabajando viñas viejas en el Bierzo en el año 2006, ya son unos años. Despojamos a las viñas del uso indiscriminado de herbicidas, tratamientos fitosanitarios y abonados químicos injustificados. Desde el año 2010 hemos comenzado en viñedos viejos de Soria una actividad paralela siguiendo las mismas directrices. En ambos casos hemos comprado o alquilado viñas que llevaban abandonadas dos o más años, tratando de realizar una labor de recuperación de estos viñedos.
Son viñedos a nuestro juicio de gran valor tanto por su adaptación al medio, por su aportación a la biodiversidad, como por la calidad (que no cantidad) de uva que nos ofrecen. Pero paseando entre sus plantas observamos que no somos los primeros en trabajar la tan manida recuperación de viñedos. Las podas, injertos, acodos y demás prácticas culturales que hacían los que nos preceden, no eran más que labores encaminadas a la conservación y recuperación de sus viñedos.
Quisimos abrazar un modelo de autoempleo en el que el viticultor se atreve a elaborar sus vinos con la mayor dignidad posible. Este modelo dota a los vinos de una singularidad única.
Historias para no dormir.
Ahora el vino y la viña es lo que menos importa. Lo importante es tener una historia de contar. Nuestra historia ni es interesante ni pretende serlo. Estamos al servicio de unas plantas y un vino que estaban ahí antes de que nosotros lo pudiéramos soñar. No jugamos a ser creadores, simplemente somos herramientas útiles a una Naturaleza sabia que nos devuelve con creces los esfuerzos que acometemos.
No son tiempos para profundizar en tema alguno, todo se trata de manera superficial, ni siquiera entendemos por qué publicamos este apunte. Por desgracia, en nuestros días, los oficios no son sostenibles. Un sueño y un modelo que llamaron idealista y soñador podría quedarse en eso por la insensibilidad del mercado, pero también por el inmenso batiburrillo de ruido que frecuentes advenedizos espetan al consumidor, confundiéndole.