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Vinos de Laboratorio

Vino de laboratorio

La técnica y el conocimiento no deben alejarnos de nuestra Naturaleza. Si algo grande tiene el vino es que se trata de una bebida que refleja la personalidad de una zona: la naturaleza de sus suelos, la identidad de sus plantas, la diferenciación de un clima y el valor de una tradición.

El futuro nos acerca los vinos de laboratorio. Recientemente hemos sabido que una bodega de Estados Unidos desarrolla y comercializa el primer vino sintético elaborado a base de agua, alcohol y aromas, y sin uvas. Los responsables de este esperpento afirman que «la composición del vino puede variar mucho en función del tipo de elaboración, pero que en esencia el vino es un 85% agua, un 14% alcohol y el 1% restante una serie de sustancias (sales, azúcares, ácidos y antocianinas) que aportan aroma y color, es decir sabor a la bebida.»

Estos ingredientes pueden obtenerse fácilmente en el mercado y desarrollando este proyecto podríamos evitar los riesgos inherentes a la agricultura tradicional como son las sequías, las heladas, el calor, los daños por los animales, las enfermedades, así como otros condicionantes. También así esquivaríamos todo el laborioso proceso de elaboración del vino. Ya de paso podríamos acabar con nuestros viñedos viejos y aprovechar para instalar una compleja instalación de molinos y placas solares para la generación de energía.

En este Bierzo hay sitio para todos y todos son bienvenidos, lo sé de primera mano. Pero nos gustaría que los que vengan no se empeñen en exterminar nuestra manera de entender las viñas. Un viñedo viejo único que ha dibujado un paisaje espectacular; que se ha adaptado a un microclima durante siglos ofreciendo así a los bercianos un fruto merecedor de sosegar la sed de sus paladares.

La Viña de los Abuelos.

Tenemos una buena tierra, una tierra que es rica y puede dar de beber a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, y así nos lo han querido transmitir, aunque lo estamos perdiendo. La codicia de unos pocos está envenenando el mundo del vino del Bierzo. Y esta codicia ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y enfrentamientos.

Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado en nosotros mismos. La modernización de las explotaciones crea abundancia y productividad, pero nos dirige hacia la indiscutible pérdida de nuestros valores. Este conocimiento técnico nos ha hecho cínicos, nos hablan de ‘libertad’, de rentabilidad del viñedo y elaboración de vinos técnicos internacionales. Vinos de laboratorio que no nacen de nuestros suelos, ni de nuestro microclima ni son fruto de nuestra tradición y cultura. Algunos piensan demasiado, pero sienten muy poco.

Una Viticultura del Siglo XXI.

Afortunadamente está proliferando una ‘novedosa’ agricultura que nos habla de ‘viejos’ conceptos. Incluso las políticas de nuestros insensibles gobernantes nos dirigen hacia la sostenibilidad. Las nuevas tendencias hablan de suelos, de viticultura regenerativa, de agricultura ecológica, de paisaje y biodiversidad. En lugar de productividad necesitamos más humanidad. Más que de rendimientos y productividad, deberíamos hablar de mayor sensibilidad y dulzura. No podemos dar un paso atrás hacia la agricultura del siglo pasado, si sólo nos basamos en los valores económicos, la vida será violenta, el futuro incierto y se perderá todo por lo que han luchado nuestros antepasados. Perderemos los valores que han hecho que nuestro amado Bierzo sea un tesoro valorado allende los mares.

La ciencia y la ingeniería nos hacen sentir más poderosos. Pero la verdadera naturaleza de estos inventos exige una noble interpretación de nuestra Comarca, exige la puesta en valor de nuestros suelos, nuestras viñas viejas, nuestro microclima, y de nuestras tradiciones y cultura que permitirá mantenernos unido y vivos.

A través de Internet, ahora tenemos la posibilidad de compartir nuestra berciana identidad con todos los seres del mundo. Millones de hombres, mujeres y niños son víctimas de un sistema productivista que los tortura. Al ver nuestro modelo minifundista y de conservación pensarán que otro mundo es posible. La desdicha que nos amenaza no es más que la pasajera codicia de unos pocos.

No nos gustan los vinos de laboratorio. Ojalá este puñado de codiciosos no sean capaces de borrar el bello paisaje que todavía disfrutamos con el paso de las variadas estaciones, no sean capaces de exterminar la belleza de las irrepetibles características de las diferentes añadas, ni aniquilar la divinidad de poder disfrutar de un vino único elaborado con uvas naturalmente singulares y exclusivas.

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